- José Luis Romero
El problema secular de nuestra principal industria y fuente de ingresos ha sido y sigue siendo la estacionalidad, y poco o nada hacen nuestro concejal de Turismo y el elenco de negados que conforman el equipo municipal por cambiar la tendencia. Creyendo que solo con la ubicación de nuestra ciudad y la excelencia natural de nuestra costa solo hay que dejarse llevar y que lo demás viene por añadido y, salvo copiar y concentrar eventos similares a los de otras localidades vecinas, que, dicho sea de paso, nada aportan ni ponen en valor recursos naturales y potenciales únicos, nada hacen por fidelizar, incentivando la inversión privada, ni coadyuvando a la misma con políticas circulares en torno al turismo y al sector servicios.
Año tras año y, a pesar del grave deterioro de la ciudad y la falta de inversiones en recursos distintos y diferenciados que nos hagan encabezar la oferta turística de la costa gaditana, hay un flujo fiel de visitantes que, quizá por una inercia más que por un incremento de oferta o mejora diferenciada, nos inunda en los meses de verano y nos lleva a una actividad turística residual durante el resto del año. Y, por ende, a una precariedad del sector y dificultades en la ciudadanía, más acuciante en quienes, de una manera directa o indirecta, viven o sobreviven con los recursos temporales aportados por los visitantes a nuestra urbe.
Cierto es que mientras otras poblaciones limítrofes supieron facilitar una expansión urbanística, hotelera y de servicios para mejorar su oferta turística, nuestra ciudad lleva años perdida en su ensimismamiento y presa de políticas populistas que hipotecaron nuestro término municipal para siempre con la proliferación de urbanizaciones ilegales y la colmatación de edificaciones para segundas residencias, que permanecen la mayor parte del año desocupadas. Además, unas y otras, impidieron un desarrollo urbanístico claramente dirigido a las infraestructuras turísticas de primer orden, como nuestra ciudad merecía y merece para recobrar la capitalidad turística de la zona gaditana, que pudiera irradiarse durante los 365 días del año con establecimientos a pleno rendimiento y flujos permanentes de visitantes en todas las épocas del año y no como ahora que, tras la temporada estival, los establecimientos hoteleros se ven abocados a echar el cierre al no soportar los costos de una ocupación ínfima y testimonial.
No creo que sea necesario hacer un inventario de recursos cuya puesta en valor sería el mejor coadyuvante a la nueva implantación y mejora permanente de un nuevo orden en el ámbito turístico, que nos hiciera ser referente nacional e internacional y destino incuestionable más allá de la época estival, pero la incapacidad contrastada de nuestro equipo de gobierno les ha hecho indolentes, artífices unos y colaboradores necesarios unos y otros, del deterioro continuo de nuestra ciudad, de la precaria proyección e imagen y de la escasa y anticuada oferta turística que nos aboca como una condena a la temporalidad perpetua, que tanto daño nos hace a esta gran ciudad y su herrumbroso eslogan de historia y turismo.