- Artículo de opinión: Inmaculada Alcántara y Colón
El tiempo sigue su curso, parece que las situaciones cambian y aunque se quiera decir lo contrario, queda patente en las pymes e incluso en la administración pública, como las mujeres dedican más tiempo a labores de servicio en el trabajo, que resultan tan aburridas como necesarias.
Son las mujeres, las que habitualmente toman notas en las reuniones, supervisan a los becarios, organizan la cena de navidad o algún evento, realizan el pedido de materiales, etc., tareas de organización y/o papeleo, rutinarias, monótonas. Este tipo de tareas, que resultan una mezcolanza de labores emocionales y faenas aburridas, son muy necesarias para que las empresas funcionen correctamente, que no cuentan como méritos para ascender, y que ni siquiera en la mayoría de ocasiones se agradecen.
Pese a que a veces, estas tareas pueden recaer en hombres y mujeres, las empresas tienden a pedirles a las mujeres que asuman estas funciones pese a tener compañeros hombres que ocupan el mismo puesto, y, además, tristemente ellas apenas se niegan a realizarlas, finalmente las ejecutan las mujeres. Pero ¿porque ocurre esto?
La gran mayoría de mujeres a las que les ocurre, considera que es un tema de género, una idea estereotipada de que las mujeres son más responsables, trabajan mejor en grupo, organizan, cuidan, y son las que tienen que hacer las “tareas”; mientras ellos pueden dedicarse a ser los listos, los que tienen ideas, y los que son más productivos.
Se han realizado algunos estudios, que han determinado que hasta 200h más de tareas poco gratificantes, de media pasan las mujeres al año, con respecto a los hombres, sobre todo en empresas donde las mujeres son minoría y acaban haciendo los trabajos menos agradecidos.
Este es un modelo clave para entender por qué las mujeres avanzan a menor ritmo que los hombres en su carrera y las causas de este desequilibrio. La solución debería ser una llamada de atención a las empresas. Por un lado, las compañías deben garantizar repartos más equitativos de las tareas invisibles y que estas sean reconocidas y remuneradas, cambiando la forma en la que el trabajo se distribuye y reconoce. Y, por otro lado, las mujeres deben aprender a decir que no, que es algo complicado y difícil, cuando se tiene una conciencia de responsabilidad.
Esta es otra forma más de la invisibilización del trabajo femenino, como ha ocurrido y continúa aún hoy, con el trabajo doméstico, que ha sido tradicionalmente obviado como resultado de los estereotipos o roles de género, y que alcanza incluso a las mujeres directivas. Una visión más feminista de las realidades que ocurren, no solo en las empresas sino en diferentes ámbitos de la sociedad, lograría cambiar estas situaciones, pues en gran medida, los hombres que están inmersos en ellas no son conscientes o no quieren serlo, para seguir delegando en las mujeres, aquellas tareas que no les son gratas ni remuneradas, y que los distrae de sus remunerados objetivos.
Una muestra más de que aún queda mucho para lograr la deseada igualdad real.