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DESDE EL BALCÓN

German Beardo y su ciber realidad



  • José Luis Romero Pacheco


Cuando toda la experiencia laboral se circunscribe a los casos prácticos realizados en los grados o a los escasos escarceos en el mundo laboral, es fácil caer en la ficción y creer que todo lo imaginable es real y lo real inimaginable. Algo así debió ocurrirles a los imberbes laborales y políticos que, por carambola, se encontraron con el impacto indigerible de gobernar una ciudad real de casi cien mil habitantes.

Las realidades de esa ciudad superaron con creces la idea bisoña de la experiencia adquirida en videojuegos y monopolys, y no supieron más que refugiarse en el metaverso de algún iniciado en redes, que pensó que creando una realidad virtual con un personaje inventado, con obras y acciones imaginadas y negando la mayor y culpando de los males a los que les precedieron y a todos aquellos que no comulgaren con sus teoremas, lograrían engatusar a una ciudadanía que, acostumbrada a pasar fatigas y necesidades, encontrarían un bálsamo en una realidad inventada que les hiciera olvidar la dura realidad del día a día .



Y fue así como, incapaces de cumplir sus promesas y sabedores de que sus fórmulas solo eran postulados grandilocuentes, carentes de sentido e inviables, solaparon la realidad y crearon un universo paralelo en el que la imaginación cubría las carencias, miserias y necesidades.

De esta forma, además, adentrarse en nuestra ciudad por las calles virtuales era un placer absoluto: la estación de autobuses ya no era necesaria para vehículos voladores, el parking de Pozos Dulces dejó de tener sentido por el estacionamiento en levitación, el centro de salud estaba dotado de medios de auto diagnóstico y dispensadores de recetas que no necesitaban personal médico ni sanitario, el presupuesto municipal carecía de sentido ante una criptomoneda beardiana de producción continua y permanente, había desaparecido la necesidad de actuar en molestas obras de mantenimiento urbano y movilidad porque las cintas transportadoras hacían que los ciudadanos pudieran transitar contemplando escaparates virtuales de un centro histórico plagado de paneles digitales donde visionar y adquirir cuanto se antojara.




Y fue así como Germán creó su avatar para, desde el púlpito de las redes sociales, lanzar soflamas contra la oposición culpándola del estado real de la ciudad y vendiéndole a los portuenses sus delirios oníricos sobre la ciudad irreal e inventada que no existe más allá de su imaginación.

Una auténtica invención que no se sostiene por mucho que se auxilie en el discurso beligerante, irrespetuoso y revanchista del señor Bello y en la coraza lúdico festiva del señor Calleja, quien se esfuerza denodadamente en paliar con jolgorio una gestión triste y penosa de los munícipes reales, con el alcalde a la cabeza, que de manera corpórea han sumido a la ciudad en una decadencia inimaginable. Tanto, que incluso, han hecho buena la nefasta gestión de sus predecesores Moresco y Candón.

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